La crisis nerviosa

Mi nombre es Natalia, tengo 35 años, luego de atravesar una crisis nerviosa mi psicóloga me aconsejó que comience a escribir todo lo que me sucede, mi marido opina lo mismo, yo pienso que se cansaron de oírme pero por algún lado hay que canalizar así que acá estoy, pagando una psicóloga que no quiere escucharme y escribiendo pelotudeces para conservar a mi marido.

Quedé embarazada cuando estaba estudiando en la universidad, se me vino el mundo encima antes las miradas acusadoras que decían  «otra madre soltera», hasta que Mariano (mi novio) bajo no se que efecto secundario pronunció las palabras salvadoras: «nos casamos y listo». Así fue que tras una fiesta improvisada y una panza disimulada nació nuestro primer y hermoso hijo, luego vino otro y luego el perro.

Hoy soy la envidia de todas mis amigas, tengo una carrera profesional, soy madre y estoy casada. Claro que ninguna de ellas sabe que hace dos meses que no me depilo, que se me cayeron las tetas y que me estoy quedando pelada de nervios, pero esos son detalles, no es la problemática en sí. Me refiero al hecho de ser madre, casada e intentar ser independiente, este es un asunto que en décadas pasadas no era lo que es hoy, un caos existencial y ni hablar si además de todo esto tenes una suegraaaa, ahí si que estás en el horno, pero este tema dejemoslo para un capítulo aparte ya que me llevó muchas sesiones de terapia que no quisiera desperdiciar en unas pocas lineas.

Volvamos a mi historia, o al comienzo del problema, todo empezó en la casi fiesta de casamiento, donde Mariano, «el salvador» me rescata de las miradas insatisfechas y me esposa pasando a ser el marido ejemplar, el que se comió un garrón pobreee y le puso el pecho a las balas y yo catalogada «la yegua». El culo se me llenó de preguntas convirtiéndose en un gran signo de interrogación ¿que pasará con mi vida? de alguna manera debía continuar con mis proyectos y mis sueños, no podía ser tan difícil, así que entre pañales sucios y ojeras interminables terminé mi carrera. Con un promedio mediocre conseguí un empleo, luego otro mejor a lo que se le sumo carga horaria y sin darme cuenta quedé inmersa en el «sistema»  y sujeta a un péndulo que oscila entre mi profesión y mi vida familiar.

El día a día es una maratón de horarios y una mañana de esas en las que el despertador no sonó y el perro no ladró, comenzó desde temprano la carrera contra-reloj. «Dale Natalia!! nos dormimos!!!» fue mi despertar, mi hijo mayor llegaba tarde al colegio y no encontraba sus lentes, Mariano se enojó porque no le planché la camisa, el bebé se cagó inoportunamente, el perro se llevó mi zapato negro, lo corrí por toda la casa! perro de mierda me rompió el taco!. Al final logramos salir de casa, yo renga por el zapato mordisqueado pero no importaba, todavía podía llegar a esa reunión. Lo último que recuerdo es que estaba en el subte cuando ví en mi blusa nueva una terrible mancha de vómito de bebé y entonces… me desmayé. Volví en sí con los cachetazos de una vieja y las preguntas sin sentido de un policía.  Esa fue la crisis nerviosa que me derivó a comenzar a escribir hoy, este blog.